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8.22.2012

MANDEN FRUTA

Por Roberto Daniel León







Mandá AMOR al 2008. Cada pocos minutos, en casi todos los canales de TV, este o similares mensajes invitan al consumidor a comprar via mensaje de texto. En este caso particular, la oferta es de “las palabras más dulces”, para seducir a alguien que bien podría ser del sexo opuesto. La publicidad del “servicio” está evidentemente dirigida a los más jóvenes, como público apto para consumir este tipo de ofertas.

Reza una expresión mas o menos modernosa del capitalismo, que toda crisis es una oportunidad de negocios. En este sentido, la excelente periodista canadiense Naomi Klein, hablando del shok económico, sugiere que aún mas allá de esta expresión, los sectores económicamente poderosos no solo aprovechan las crisis para hacer negocios, sino que a falta de ellas, las provocan con el mismo fin. En mi particular interpretación, traduzco la expresión como aprovecharse de la necesidad del otro.

Cuando el pibe manda “AMOR” al 2008, lo que envía en realidad es dinero. Ahora bien, confirmado el negocio, ¿Cuál es la crisis que provee la oportunidad para ese negocio? La crisis de la palabra, entendiéndose como crisis, la carencia de ella. 

¿Qué persona y-o institución faltó de tal manera en las últimas generaciones, para que tengan que comprar palabras? El mercado moderno está bien aceitado, ya nadie encara negocios sin la certeza de que funcionará; de modo tal que si se venden palabras, es porque está demostrado que hay muchos clientes, aunque solo escuchando un poco basta para saberlo.

Sospecho que el énfasis desmedido en las formas y la imagen, conduce a un gradual deterioro de la construcción. Los padres en general prefirieron –y lo siguen haciendo- ver la tele antes que hablar con sus hijos. Cuando digo hablar, me refiero a una conversación, un intercambio donde se aporten palabras, mucho mas allá del escueto “¡no molestes!”. 

Por otra parte, siempre influenciados por el culto a la apariencia, muchos siguen preocupados por que sus hijos tengan un “título”, pero no conocimientos, y la escuela se doblega dia tras día haciéndose cómplice de semejante imbecilidad. Los “profesionales” de muchas disciplinas -hasta algunos psicólogos, aunque suene disparatado-, promueven los deportes y ejercicios físicos en general, con un cartel de panacea aloevérica que todo lo cura, mientras en el mercado se venden PALABRAS por teléfono.

¿Puede ser que un adolescente no disponga en su vocabulario de palabras dulces? ¿Que las tenga que comprar? Si, evidentemente. ¿De cuanto podrá servir una palabra que le es ajena y además fuera de contexto? Las personas se construyen con palabras. 

Es lo que nos diferencia de los animales y, cuanto más atravesados por la palabra, más lejos del animal primigenio. La ausencia de palabra nos regresa lentamente –o no tanto- a lo más instintivo y primitivo del reino al que pertenecemos por origen. 

No es de extrañar la brutalidad o bestialidad de actos cada vez mas frecuentes, cometidos contra personas de cualquier edad o género. Cuando a alguien le dicen bestia o animal, generalmente a modo de insulto, se está reconociendo aún sin saberlo, que la palabra no pasó por ese cuerpo. La carencia de palabra no solo deja sin terminar a la persona, sino que dificulta seriamente el aprendizaje, por no decir que lo hace imposible. 

Hacen falta más de 100 palabras para crecer y desarrollarse. Los libros las proveen con generosidad. Y las palabras dulces, deberían ser provistas por los padres, con amor. Aunque solo sea para tumbarles el negocio a los aprovechadores de las crisis.





Diseño|Arte|Diagramación: Pachakamakin
Portada: Pachakamakin

8.11.2012

LAS PIEDRAS DE ICA

Por Débora Goldstern







Sucedió en 1975. Un joven periodista español, por entonces desconocido, publicó un libro al que tituló Existió Otra Humanidad. El trabajo investigativo y con aires detectivescos hacía mención a unas extrañas piedras grabadas que, desde su aparición, habían perturbado la tranquilidad del departamento de Ica, ciudad costera enclavada en pleno desierto peruano y lindante con Nazca, cuna de las famosas líneas.

El autor, un ignoto J. J. Benítez, demostraba poseer una pluma prodigiosa y profunda, dotes que más tarde aplicaría en la meticulosa construcción de Caballo de Troya, convertida con el tiempo en una saga novelística de fama mundial.

Para cuando Benítez da a conocer sus impresiones recogidas en Ica, el asunto de las piedras grabadas ya ha trascendido fronteras, instaurando el debate dentro de una atribulada comunidad científica, que se resiste a creer lo que grafican las piedras. 

Y es que el Tema de los gliptolitos -como se los apoda popularmente- genera rechazos y adhesiones por igual. 

¿Cómo concebir una Humanidad conviviendo con los grandes saurios, y en eras tan remotas como el período Secundario y parte del Terciario? ¿Operaciones de cerebro?, ¿De corazón?, ¿Viajes al espacio? ¿Será posible un Homo Sapiens pensante en tan remota antigüedad?


Una operación de estómago grabada en una de las piedras.


Los debates son acalorados y las deserciones tempranas. No todos los académicos desean mezclarse en un descubrimiento tan espinoso que echa por tierra la mayoría de los postulados sostenidos. Comienza a escucharse con fuerza la palabra fraude, aún a costa de no realizar ningún estudio in situ, ni siquiera por curiosidad. Los arqueólogos también lo evaden. La bendita reputación...

Pero el libro de Benítez no descubría la pólvora. Cuatro siglos antes, un comentarista indígena, Juan de Santa Cruz Pachacuti Llamqui, escribe en su Relación de Antigüedades de este Reyno del Pirú, que en tiempos del inca Pachacútec fueron halladas en el reino de Chincha, en Chinchayunga, muchas piedras labradas denominadas mancos -que sirven para mandar-, a cargo de un personaje poderoso del reino. 

Sabemos que los incas enterraban a sus muertos con ofrendas y joyas, y hay confirmación que en algunas excavaciones fueron encontradas este tipo de piedras. Pero, estos jeroglíficos de significación tan compleja, ¿Pueden ser atribuidos a pueblo que no conoció la rueda, y que en materia de escritura se manejó con nudos o quipus? La idea no cierra...


Una operación de cerebro. Obsérvese el instrumental.


En la década de los ´60 las piedras volvieron al ruedo tras varios hallazgos que se suceden en la zona de Ocucaje, Ica. Una de las primeras intervenciones serias a favor de las piedras se produce por el interés de un arquitecto, Santiago Augusto Calvo, que practica las primeras excavaciones junto a Alejandra Pezzia Assereto, en ese momento Conservador del Museo Regional de Ica. 

Calvo contaba con una interesante colección de algunos cientos de ejemplares que había sometido a pruebas de laboratorio, revelando los análisis que las piedras procedían de capas de flujo volcánicos correspondientes a series de la era Mesozoica, o sea de la época conocida como Secundaria. Pero sus trabajos tampoco prosperan.

En 1972 se celebra en Lima el Primer Congreso de Arqueología Andina, donde por vez primera un académico peruano, Hermann Busse, expone el caso ante los demás estudiosos declarando: "Otros hombres respetables creen en ellas, en su legítima y certificada antigüedad. 

Por eso ante la opinión de los profanos, resulta extraño que los arqueólogos profesionales las rechacen de plano". Pero continúa la incomprensión. Sin embargo un nombre empieza a ser conocido. Un médico respetable que ha fundado un Museo donde albergar estas Piedras y que parece ser el único capaz de traducir el mensaje.


JAVIER CABRERA DARQUEA: EL HOMBRE QUE HABLABA CON LAS PIEDRAS

Quién fuera bautizado como hijo predilecto de Ica, llegó al mundo en 1924. Su descendencia exhibía con orgullo una línea directa que lo emparentaba con el capitán español Don Jerónimo Luis Cabrera y Toledo, que en 1563 fundara la Villa de Valverde del Valle de Ica. Javier Cabrera Darquea estudió la carrera de Medicina, graduándose en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, Lima, especializándose como cirujano.



El letrero que da la bienvenida al Museo de Ica. 


La vida de este médico peruano hubiera seguido por carriles de lo más normales de no ser por el asunto de las Piedras. En El mensaje de las Piedras Grabadas de Ica, libro de su autoría, Cabrera relata el encuentro que marcaría para siempre su destino: 
"En los primeros días de mayo de 1966, Félix Llosa Romero, amigo mío desde la infancia, atravesó la Plaza de Armas de la ciudad de Ica y llegó a mi domicilio donde yo tenía instalado mi consultorio. Félix sostenía en la mano derecha una pequeña piedra. 'La he traído para ti', me dijo. 'Te la obsequio; es bonita y se verá muy bien como pisapapeles en tu escritorio'. La tomé en la mano y me sorprendió su gran peso. Era una piedra ovalada, de color negruzco y tenía grabada en un lado de la superficie la figura de un pez desconocido. La piedra me pareció extraña".
Y gracias a este encuentro fortuito comenzó a escribirse un nuevo capítulo en la historia de estas piedras, que se vería coronado con la fundación de un Museo. 
"Con el propósito de despertar el interés por las piedras grabadas en los científicos del país y del extranjero que pudieran visitar la ciudad de Ica, decidí formar una colección de ellas para exhibirlas en el local de la Casa de la Cultura de la ciudad. Con mi propio peculio empecé a adquirir ejemplares y así me proveí de más de cinco mil que pasaron a exhibirse en el local de la mencionada Institución". 
Con el tiempo, Cabrera se transformaría en uno de los mayores coleccionistas del Perú, llegando a reunir una cifra cercana a los 11.000 ejemplares.

Después de ponerse en funcionamiento el Museo, el médico se dedicó por completo al estudio de las piedras. En la época que fue entrevistado por J. J. Benítez, Cabrera contabilizaba en su haber ocho años de intenso trabajo en el tema, alternando la actividad con sus labores en medicina, práctica que nunca abandonaría. 

Aunque carecía de estudios más profundos para enfrentar el reto de descifrar los motivos grabados en los gliptolitos, su intuición e inteligencia le ayudaron a encontrar una pista que otros investigadores no habían reparado.
"Desde el primer momento en que comencé a adquirir estas piedras me dí cuenta que se trataba de una biblioteca (...) Durante meses y meses compré y conseguí cuantas piedras pude. Ningún grabado era igual a otro, nunca se repetían. Aquello, repito, podía seriarse. Y empecé a descubrir después de no pocos estudios que todo parecía tener un sentido.
Aquellos grabados y altorrelieves constituían ideografías. Pasé miles de horas investigando, analizando y sopesando cada una de las piedras que me habían ido llegando. (...) Toda mi obsesión estaba centrada en encontrar alguna piedra a través de la cual pudiera conocer la antigüedad de la civilización que había trabajado semejante biblioteca". 
Sólo cuando Cabrera logró hacerse con un gliptolito en el que se mostraba el ciclo biológico de un dinosaurio, comprendió la magnitud del problema que enfrentaba. Porque no hay duda de que sólo un observador entrenado podía haber retratado en la piedra un motivo semejante. Un observador tan avanzado como nuestra especie actual.

Estas revelaciones causaron conmoción al hacerse conocidas, y provocaron los primeros enconos hacia la figura del respetado médico, pero Cabrera no hizo caso de las críticas mordaces y se dedicó al refinamiento de la técnica que a pesar de su ortodoxia, aseguraba los resultados más espectaculares. 
"Del examen de un número grande de gliptolitos he llegado a la conclusión de que sus grabados obedecen a un sistema de comunicación en el que se ha usado las figuras y elementos de las mismas para transmitir sujetos, acciones, objetos, cualidades, circunstancias.
Estos símbolos permiten descifrar sucesos simples y complejos (...) He logrado distinguir tres tipos de símbolos. Uno de ellos se caracteriza porque su significado está dado por lo que a simple vista representa. Por ejemplo: la figura de un ave es el símbolo del ave (...)
El otro tipo de símbolo consiste en una figura cuyo significado no es lo que a simple vista representa la figura, sino algo que trasciende, por ejemplo: el dibujo de un ave es símbolo de un aparato de vuelo (...) Otro tipo de símbolo es aquel en el que la figura no identifica nada a simple vista, por no tener parecido a ningún objeto, a ningún vegetal, animal ni hombre.
Por ejemplo: un conjunto de cuadrículas puede significar vida humana o capacidad reflexiva, la cantidad de cuadrículas significa expresión numérica, líneas paralelas son el símbolo de vida vegetal o conocimiento en general, un conjunto de rombos significa vida animal, dos círculos concéntricos es el aparato de vuelo cósmico".
Sin embargo la polémica se desató cuando el valiente médico dio a conocer otra novedad en el asunto de las piedras, que desde ese entonces dividiría a los entendidos entre creyentes y no creyentes:
"Hace millones de años, hombres de una inimaginable sapiencia, así como de una increíble antigüedad, procedente de una humanidad establecida en un planeta del Cosmos, llegando a la Tierra cuando la vida se hallaba en evolución.
Sabemos que provenían de su planeta situado en la constelación de las Pléyades, uno de los cúmulos de estrellas que forman parte de más de cien mil millones de estrellas que componen nuestra Galaxia, la Vía Láctea (...)
Estos gliptolitos nos dicen que el conocimiento humano llegó del Cosmos, traídos por los Hombres Gliptolíticos con el propósito de entregarlo a seres biológicamente más capacitados para ellos.
El notharctus -una especie de lemur-, fue el animal elegido para la recepción del conocimiento y a partir de él se generó una escala de seres inteligentes, en la que cada uno recibió un nivel cognoscitivo de acuerdo con la función que debía desempeñar en le planeta.
Los hombres gliptolíticos fueron entonces hombres eminentemente cognoscitivos, que para subsistir en este hábitat planetario tuvieron necesidad de hombres, elevados a determinadas categorías para que realizaran las tareas manuales, técnicas y científicas".
Una afirmación semejante bastaría para destruir la carrera más sobresaliente, pero nada parecía detener a este médico que desde el departamento de Ica continuaría asombrando y generando debates, que el tiempo transformaría en 25 años de larga investigación. Adentrémonos en algunos de los capítulos más relevantes que constituyen el legado de la biblioteca lítica.


La serpiente ADN enroscada a su caduceo.



EL HOMBRE COINCIDIO CON LOS GRANDES SAURIOS


Una de las secciones claves de este particular Museo lo conforman una serie de piedras que grafican la convivencia de aquella humanidad con los dinosaurios. Antes de exponer los mensajes que sobre este tema sobresalen en los gliptolitos, invito a repasar algunas de los pensamientos científicos que sobre la materia se edificaron en los últimos doscientos años, y que, como veremos aún rigen los destinos de la antropología, arqueología, y paleontología en la actualidad.

Jadwiga Pasenkiewicz, una antropóloga polaca, expone con maestría los desacuerdos que entre los científicos suscita la historia del pasado remoto del hombre: 
"El siglo XIX ha sido un anfiteatro de importantes contiendas entre los investigadores, que descubrían la gran antigüedad del hombre y de la Tierra, y las universidades atadas a posiciones dogmatizadas, en los que se defendía a ultranza la tesis de que el mundo fue creado 4.000 años antes de Cristo.
Los geólogos y arqueólogos que encontraban depósitos aluvionales y en grutas de Francia e Inglaterra restos humanos entremezclados con huesos de animales extintos en Europa desde cientos de miles de años, fueron todos sin excepción, declarados falsarios, mistificadores o especuladores por las luminarias de la ciencia de la época".
Según la estudiosa, hubo investigadores que no renunciaron a hacer públicos sus hallazgos. Estos diletantes, como vulgarmente se los bautizó, tuvieron el coraje de ir en contra de la corriente de la época. Uno de esos héroes es el explorador inglés Goldwin Austen, de quién Pasenkiewicz menciona, desenterró debajo del estrato de estalagmita de una gruta, huesos humanos y de animales extintos y tuvo el coraje de afirmar que "estos huesos se encontraban en el sitio antes de la formación del depósito". 

Pero había que hacer frente a luminarias como Cuvier, quién declaraba "que las especies extinguidas habitaban las cavernas antes de la aparición del hombre y la estratificación de los depósitos fue (intencionalmente) alterada".


La piedra mapamundi: todos los continentes plasmados alrededor de ella.


Si la Inquisición ha refrenado a los pensadores más importantes destruyendo bajo su autoridad toda oposición considerada peligrosa, la Biblia se alza aún como material de estudio que muy pocos desean contradecir por el consabido temor al escándalo. Los descubrimientos se adecuan a los dictados del Génesis o en todo caso se adaptan. 

Un tal V. Meunier escribe en su obra Los Ancestros de Adam, "que los hombres fósiles no se encuentran íntegros porque Dios no quería que los restos de las nobles criaturas aparecieran en los museos, junto a los escombros más despreciables". Ejemplo perfecto de adaptación.

Sólo Darwin provocaría un terremoto con sus hallazgos, abriendo una brecha que aún subsiste en nuestros días. Pero ni la Teoría Evolucionista modificaría la creencia de que el hombre hizo su aparición en el Cuaternario negándole la posibilidad de mayor antigüedad. Y este pensamiento vuelve imposible la coexistencia del Hombre con los saurios, que se supone vivieron en el Mesozoico (Edad Secundaria).

Este breve repaso ha servido para que el lector tome conciencia de los obstáculos que un descubrimiento como el descrito debe afrontar. Advertido, se lo invita a proseguir con la serie de gliptolitos consagrada al famoso Parque Jurásico.


Una de las numerosas piedras mostrando una interacción increíble:
hombres y dinosaurios conviviendo en un mismo tiempo y lugar.


Los grabados de esta serie no dan lugar a confusión: aparecen seres humanos al lado de las especies antediluvianas. Pero la humanidad representada difiere un tanto de lo que esperaríamos como antecesores: hombrecillos bajos, de vientre ancho y cabeza grande, manos con cuatro dedos. Entonces ¿Raza intermedia o hombres ignotos? El Dr. Cabrera tiene la palabra: 
"Era de notar el hecho singular de que las figuras humanas representadas mostraban una conformación física diferente a la del hombre actual y por lo tanto a los de los hombres incas y preinca -éstos formaron parte de la actual humanidad- y aunque ciertos adornos que las figuran detentaban en la cabeza parecían ser semejante a los actuales, tenían rasgos que lo diferenciaban.
Era de destacarse asimismo que los animales representados, si bien parecían ser semejantes a los actuales, tenían rasgos que los diferenciaban. Esto me llevó a consultar manuales de Paleontología para salir de dudas. Y encontré que tenían una identidad morfológica con animales prehistóricos, aquellos que vivieron en épocas remotas".
Pero los manuales de Paleontología ignoran un dato que sobresale en las ideografías de las Piedras. Un dato, que contradice la famosa imagen que tenemos del dinosaurio naciendo de un huevo completamente formado...
"... La Paleontología refiere que el dinosaurio era ovíparo y que la hembra ponía los huevos en la arena para que calentados desarrollaran sus crías, pero en una piedra grabada encontré una sucesión de figuras dispuestas en todo el contorno y que concluía en las figuras de dos dinosaurios adultos junto a otro muy pequeño, a los que identifiqué como pertenecientes a la especie Estegosaurio.
Indudablemente se trataba del macho, la hembra y su cría. Las otras figuras sucesivas partían de una forma larvaria que recordaba a la larva de renacuajo de los anfibios, continuaba en una figura semejante pero con dos patas y concluía en una forma muy pequeña de reptil con cuatro patas. Esta sucesión de figuras revela así un fenómeno biológico conocido: la metamorfosis..."
¿Esta modalidad de reproducción podría haberse dado en aquel ciclo prehistórico? ¿O es producto de la fértil imaginación del grabador desconocido de aquella serie tan compleja? ¿Lo sabemos todo acerca de los Dinosaurios? Se escuchan ofertas...


Una transfusión de sangre durante una operación.


Las Piedras también informan que estos animales podían ser en algunos casos domesticados por estos hombrecillos, que los usaban como modalidad de vuelo o carga, y que además les reservaban una utilidad insólita: funciones de ganadería "para hacer de ellos una abundante fuente natural de proteínas". 

Claro que la relación entre la Humanidad Gliptolítica y estos saurios no fue nada pacífica. 
"Estos monstruos amenazaban la vida de aquella civilización. Durante la Era Secundaria, miles de especies de estos enormes saurios se extendieron por todo los continentes y mares.Y el Hombre Gliptolítico no tuvo más remedio que declararles la guerra. (...) Dicha Humanidad rompió el ciclo biológico de estos monstruos, anulando así la supervivencia de las especies".
¿Se resuelve el misterio que por siempre ha intrigado a los especialistas sobre la desaparición de los dinosaurios? ¿O el enigma se agranda? Más adelante agregaremos otro pasaje de esta historia que aún no se acaba.


MEDICINA GLIPTOLITICA: UN VIAJE HACIA EL FUTURO

El desciframiento del ADN y la clonación son quizás dos de los descubrimientos más sensacionales del último siglo, aunque sin ánimo de ofender los Sumerios ya contaban con referencias en estos casos. Observar sino los rodillos que sobre esta civilización se exhiben en el Museo Británico. Y qué decir de pueblos como el de Tiahuanaco, que hasta llegaron a practicar la trepanación cerebral, aunque en rigor de la verdad pocos pacientes o ninguno sobrevivieron a esta clase de operaciones.

Sin embargo en el caso de los hemisferios cerebrales, el tema fue archivado después de intentar algún que otro ensayo. Un problema mucho menor que tampoco encuentra solución es el rechazo que sufren gran parte de los receptores después de efectuado un trasplante y que hasta hoy, desvela a nuestros científicos. Pero estos obstáculos encontraron solución en aquella humanidad gliptolítica que practicó ambas intervenciones con gran éxito.
"El trasplante que respecto al cerebro refieren los gliptolitos que obran en mi poder, es el de los hemisferios cerebrales. Siendo la corteza cerebral parte de los hemisferios cerebrales y en las que están localizadas las funciones cognoscitivas, y habiendo tenido la humanidad gliptolítica como finalidad de su existencia desarrollar su capacidad reflexiva para incrementar y conservar el conocimiento, se comprende el que haya realizado trasplantes de los hemisferios cerebrales".
Los conocimientos que en medicina poseía Javier Cabrera le ayudaron en la tarea de descifrar una de las series más complejas de su colección, aunque las ideografías que se desprenden de las Piedras son elocuentes hasta para los más neófitos en la materia. Cabrera aclara que esta clase de operación sólo fue posible:
"Porque en aquella Humanidad no existía lo que ahora se llama familia (...) La afectividad del hombre gliptolítico estaba orientada hacia la vida intelectual. El hombre se desarrollaba a través de su afán insaciable de desarrollar su capacidad reflexiva (energía cognoscitiva) para incrementar su conocimiento. Se trataba de conservar en el cuerpo de un individuo joven en el formidable caudal de conocimientos contenidos en los hemisferios cerebrales de un individuo viejo".
Como nuestra humanidad actual orienta su camino a la satisfacción individual y no a la colectiva "el trasplante de cerebro originaría ciertos problemas de índole familiar y social, puesto que no podría actuar con su nueva personalidad sin causar una ruptura". Con esta afirmación se espera desalentar a los émulos de Frankenstein.

Otro de los logros de esta humanidad en este campo fue resolver el problema del rechazo del transplante ¿Cómo? [1]: 
"Valiéndose de la transfusión de sangre de mujer embarazada al individuo que iba a recibir el órgano y, asimismo, irrigando con sangre de la misma mujer el corazón que iba a ser trasplantado".
La Medicina del Futuro tendrá la última palabra.




Diseño|Arte|Diagramación: Pachakamakin
Portada: Fotografía Museo de Ica


[1] En 1971 el Doctor Javier Cabrera Darquea presentó este descubrimiento en el Congreso Hemisférico Occidental, organizado por el Colegio Internacional de Cirujanos, certamen que se llevó a cabo en al ciudad de Panamá. En los últimos años este descubrimiento adquirió mayor relevancia aún.


8.03.2012

LA PINTURA MAGICA DE LOS ABORIGENES AUSTRALIANOS

Por Karel Kupka [*]
+Notas de Karel Kupka en ADN Mandala










El Arte ha estado siempre presente en la vida de los aborígenes australianos, los cuales, además de los objetos sacros de los ritos ancestrales, pintan, graban o esculpen sus armas, sus herramientas y los utensilios de uso cotidiano. 

Las rocas, las chozas de cortezas y hasta la misma tierra están a menudo decoradas con pinturas. A veces, graban relieves en los árboles y trazan líneas ornamentales en la arena. 

Los majestuosos y escultóricos postes mortuorios y los recipientes en que se conservan los huesos de los difuntos llevan también ricas pinturas, al igual que, en ocasiones, los cráneos de aquellos. 


Muchas de esas actividades artísticas rituales han sobrevivido hasta nuestros días en su pureza tradicional, aunque sean ahora menos corrientes y a pesar de que la civilización moderna abre nuevas perspectivas a las jóvenes generaciones de aborígenes.

Sus Artes Plásticas presentan una gran unidad de concepción, pero sus formas varían de una región a otra. Es posible que las condiciones naturales hayan fomentado una cierta forma de arte en Australia, como ha ocurrido en los demás continentes. 


Exactamente igual que en Europa la región de Mediterráneo, y en el continente americano su parte central, en Australia su cálido septentrión, con su viva luz reflejada por el mar -luz que acerca el horizonte y decanta los colores- incita a la pintura. 

El sur australiano, a menudo brumoso, gris y frío, se presta más al dibujo. La pintura en corteza es la más característica de las diferentes formas de arte practicadas por los aborígenes, y la que posee hoy mayor vitalidad. 

Como su nombre indica, es una pintura ejecutada sobre trozos de corteza de una variedad de eucalipto, que es el árbol más difundido en Australia. 

El Eucalipto proporciona una materia fácil de encontrar, manejable y cómoda. El árbol tiene que estar sano y ser recto y su corteza no tener grietas. Se corta un trozo con un machete. Una vez desbastada y limpiada, se calienta esa plancha sobre el fuego, curvándola con la rodilla o con el pie hasta que queda bien plana. 

Luego, se la coloca debajo de un montón de piedras o de arena, para que no se doble. Al cabo de unos días, está ya lo bastante seca como para poder pintarla. La primera capa protectora suele aplicarse en la parte interna, que es más lisa. Se la embadurna con una sustancia pegajosa, que procede del tallo de una orquídea silvestre.  



Foto 1: Los artistas aborígenes de la región de Milingimbi (costa norte de la Tierra de Arnhem) son los creadores de una verdadera "literatura pintada". Gracias a ella representan en cortezas de Eucalipto los complejos mitos en que se expresa la vida interior de su pueblo, ese otro universo al que llaman "el Tiempo de los Sueños". Los signos figurativos que emplean son tanto más adecuados cuanto que esos artistas no los organizan de acuerdo con un orden previamente establecido sino que los componen libremente en el cuadro. La corteza pintada (arriba) es obra del artista Djulwarak y data de 1963. Representa el mito de las hermanas Wavilak que relata y explica cómo se pobló Australia. En la parte inferior, al centro, se ve una charca junto a la cual crece un Eucalipto. La sangre perdida por una de las hermanas despierta a la serpiente sagrada Yurlunggur que sale de la charca (a la derecha). Cuando sale por segunda vez, se enrosca en torno a las dos hermanas y a sus hijos para tragarlos (al centro). Abajo, en el extremo derecho, reaparecen las dos hermanas. Las demás figuras de esta pintura son otros tantos signos que permiten "leer" la historia y recordarla.



La corteza se pinta de amarillo, rojo y castaño (ocres naturales), blanco (caolín o yeso) y negro (principalmente carboncillo machacado). Los aborígenes protegen celosamente los sitios que les proporcionan buenos colores: esos ocres naturales, que dan los mejores tintes, sirven de moneda para los intercambios.

Los pinceles, que manejan con una habilidad extraordinaria, son ramitas de madera masticadas en una de sus puntas, o cañas que llevan adheridos pelos, hilos vegetales, fragmentos de pluma, o bien hojas sabiamente recortadas. 

Salvo en la primera capa, sólo suelen mezclar los colores con agua, por lo que la pintura es muy frágil. Pero no hay que olvidar que, para los aborígenes, lo que cuenta es el hecho de pintar, el acto mismo de la creación. 

Desde que los coleccionistas andan tras sus obras, propenden a preocuparse más de su conservación, empleando fijadores modernos. Pero, debido a esa fragilidad, es absurdo aplicar el criterio de la antigüedad a este arte. 

El único criterio decisivo es el de su valor artístico. En los museos no hay muchas pinturas en corteza que tengan más de cincuenta años.

Foto 2: Busto de un niño (1933). Paul Klee
Foto 3: Dos espíritus (región de Geimbo, corteza encontrada en 1914)

Sin embargo, esta pintura posee una larga tradición. Los métodos científicos modernos han demostrado que los vestigios de la pintura rupestre y los petroglifos dispersos por toda Australia tienen varios miles de años. 

Ahora bien, una gran parte de la pintura en corteza reproduce los temas mismos de la pintura rupestre y, en todo caso, emplea una técnica idéntica, lo cual permite suponer que sus orígenes son remotos.

Pese a la influencia moderna, la temática de la pintura en corteza sigue siendo fiel a la tradición.

Foto 4: Cuatro Mimis (Isla de Croker, 1963), Namatbara
Foto 5: Personajes (1929), Picasso.

La pintura aborigen es, en primer término, simbolista. Depura y simplifica sus figuraciones, inventa signos abreviados crea una ornamentación casi abstracta para expresar sus ideas en forma lapidaria.

Esta forma de Arte se practica de modo constante en la Tierra de Arnhem y sus cercanías, en el interior del Territorio del Norte Australiano. Por comodidad, se podría dividir la pintura en corteza, según sus características, en tres categorías principales.

1) La pintura del oeste de la Tierra Arnhem, de su margen meridional y Groote Eylandt es figurativa pero muy subjetiva: es como un eco directo de las sensaciones íntimas del pintor. 

Aunque reproduce de un modo inteligible las formas naturales, preferentemente animales o humanas, no es una pintura realista, al menos en el sentido habitual de esta palabra. Para el artista, realidad vista no es tan importante como realidad conocida o sentida. 

El expresa la realidad como la conoce, la imagina o la desea, y no como la ve, destacando los detalles que le ayudan a traducir su concepción y omitiendo deliberadamente los que no le interesan. 

Cubista avant la lettre, recompone su tema al agrupar elementos tomados de diversos sitios, sin preocuparse por la posibilidad de que no sean percibidos simultáneamente desde su punto de vista.

Foto 6: Batalla entre mimis (Isla de Croker, 1963), Irvala.
Foto 7: Aguafuerte (1966), Wifredo Lam.


La prueba más convincente de su subjetivismo es su costumbre de representar la estructura y los órganos internos, normalmente invisibles. Esta especie de pintura anatómica ha adquirido una cierta fama bajo el nombre de "pintura con rayos X". 

Si tenemos presente que el artista pinta así sobre todo a los animales que constituyen su manjar preferido, podremos comprender mejor su razonamiento. A esos animales no los ve solamente con los ojos sino también con el estómago. 

El hecho de que no insista en esas características cuando pinta animales totémicos que le interesan por razones totalmente distintas parece justificar esta afirmación. Al no sentirse atraído por su carne, insiste en su aspecto exterior como lo hace al tratarse de formas humanas, readaptándolo según su propia concepción. Completa su paleta recurriendo a trazos, líneas y puntos.

Los personajes representan sobre todo "espíritus" de una familia particularmente numerosa en el llamado "stone country", es decir el país rocoso. El misterio de las cavernas y la oscuridad de las hendiduras ejercen su influencia, como ocurre en regiones parecidas de otros continentes. 

Los aborígenes consideran que los fenómenos naturales son una manifestación de los espíritus. La tormenta, por ejemplo, es provocada por el Espíritu del Trueno, que aparece en las pinturas circundado por una línea que representa una nube. En sus codos y sus rodillas aparecen unas hachuelas de piedra que simbolizan los relámpagos y los rayos. 

Los Espíritus más populares son los de las rocas, llamados mimis. Se trata de todo un pueblo de fantasmas, bastante apacibles y tímidos, que no se dejan ver sino por los niños, ocultándose de los adultos no solamente debido a su timidez sino también a su fragilidad física. 

"Tienen que esconderse y vivir en grutas bajo tierra; son tan débiles que el viento les quebraría el cuello inmediatamente", dicen los aborígenes.


Foto 8: La semejanza entre la pintura aborigen australiana y la pintura abstracta europea es sólo aparente. Los signos aquella utiliza corresponden siempre a un contexto narrativo. En esta corteza pintada, el artista no se limita a definir las nubes mediante su forma. Por medio del color indicará si se trata de una ligera nube matinal, del espeso nubarrón que anuncia la tempestad o de una nube roja del atardecer. Los rasgos entrecruzados pueden significar la lluvia u otra particularidad cualquiera de la nube. La corteza aquí reproducida proviene de la región de Milingimbi y data de 1959‑1960.


Foto 9: Esta corteza pintada de Dainganngang representa un Eucalipto. Proviene de Milingimbi y data de 1960. La simplificación y la depuración de la forma de un árbol muestran el proceso mediante el cual el artista aborigen alcanza una engañosa abstracción.

Pero hay también fantasmas peligrosos, los maams o mamandis, los cuales, privados de su reposo en el "País de los muertos", perturban y acosan a los seres vivos. Los pintores expresan su fuerza sobrenatural multiplicando sus brazos y sus piernas.

2) En la parte este del litoral septentrional y en las islas vecinas, la pintura en corteza es muy distinta a la del oeste y el sur de la Tierra de Arnhem. Sin ser realmente no figurativa, da a menudo esa impresión. 

La forma natural desaparece en la concepción pictórica del cuadro, que el pintor divide en planos precisos, utilizando el color en toda la superficie y creando formas con frecuencia tan alejadas de la realidad que su pintura parece abstracta. 

En general prefiere los temas totémicos, para los cuales inventa símbolos y signos que los representan. Este artista no pinta con el amplio movimiento del pincel de quien está acostumbrado a trabajar en las extensas paredes rocosas. 

Su técnica está vinculada con la pintura totémica sobre el cuerpo humano, para la cual crea un grafismo en el que cada motivo desempeña una función precisa. Estas cortezas pintadas tienen a veces una correlación tal con la pintura corporal que no solamente reproducen sus temas y su grafismo sino también su formato. 

El artista se entrena así en la corteza para reproducir mejor la pintura ritual que trazará en el pecho del impetrante durante la ceremonia de iniciación.

Se suele pensar que la pintura en corteza sirve para la educación de los demás o el perfeccionamiento de uno mismo. Cada rasgo y cada forma de una pintura tienen un sentido preciso que los iniciados deben discernir. 

Y esa misma pintura resultará indescifrable para los demás. Al depurar y reorganizar las formas naturales, el pintor aborigen logra así una especie de abstracción, similar a la de ciertas tendencias del arte moderno. 

 La diferencia estriba en que aquél no busca deliberadamente ese efecto. Sus móviles son muy distintos. Se suele decir que "la primera característica de la pintura moderna consiste en no contar nada"; la pintura aborigen, en cambio, "cuenta" constantemente; ese es incluso su cometido esencial y la razón de ser de sus signos. 

El aborigen trata de representar la naturaleza de las cosas y no su apariencia. Las finas líneas entrecruzadas que traza pueden representar la lluvia, la miel, el fuego, las algas, el agua o el aire, la arena, las rocas, la corteza, los árboles, las hierbas, la piel, el pelaje, el plumaje, etc.


Foto 10: No se trata de árboles en flor sino de murciélagos. El pintor aborigen australiano suele representar a los animales pintando su cabeza, mas, para evitar todo equívoco, le agrega algún signo característico. Estos signos identifican tan bien al animal que a menudo ni el cuerpo ni siquiera la cabeza están representados. Así, en el caso del bermejizo, gran murciélago que duerme suspendido de las ramas de los árboles, el signo distintivo serán las salpicaduras de sus excrementos en el suelo. Asociados a otros elementos, esos símbolos sucintos proporcionan datos precisos: los círculos multicolores que representan los excrementos indican que los árboles que aparecen en esta pintura son el refugio de esos murciélagos. El efecto decorativo está acentuado por la repetición, en colores diferentes, del mismo signo en toda la superficie de la corteza.

Foto 11: Prueba concluyente del subjetivismo del arte aborigen es el hecho de que algunos pintores suelen representar la estructura y los órganos internos de los animales. Esa pintura anatómica ha adquirido cierta celebridad con el nombre de "pintura con rayos X". El artista insiste en esas características cuando pinta animales que constituyen su alimento principal. En la foto, un pez "barramundi" (Osteoglossum Leichhardtii). Esta corteza pintada, obra de Midjan‑Midjan, data de 1963 y proviene de la Isla de Croker.

Para los aborígenes este simbolismo pictórico es un modo de consignar los mitos, los relatos del "Tiempo de los sueños" -manifestaciones de su subconsciente- o bien acontecimientos reales. 

Gracias a la línea y al color, que secundan a la memoria auditiva, la "literatura oral" de los aborígenes se convierte en una "literatura pintada". Así se explica el asombro de quienes estudian la mitología aborigen: ¡Han encontrado una inmensa "literatura" que se ha conservado sin ayuda de la escritura! 

Los pintores de Milingimbi, Yirrkala y otros lugares de esta región son verdaderos maestros de una auténtica narración figurativa. Así, reconstituyen en sus cortezas toda la complejidad de un relato. 

Sus esquematizaciones, y sobre todo sus signos y sus símbolos, se prestan admirablemente a ello: no los organizan según un orden previamente establecido sino que los componen libremente en un cuadro. 

Así pues, si queremos conocer la historia pintada con todos sus detalles, tal como se nos presenta en las versiones personales de los aborígenes, tendremos que asistir a su trabajo para escucharles mientras van progresando paso a paso.

3) En las Islas de Bathurst y de Melville, situadas al norte de Darwin, los aborígenes pintan únicamente en corteza para decorar cestos, objetos rituales que coronan los majestuosos postes esculpidos y pintados que erigen en memoria de los muertos.


Foto 12: Ejecución de una pintura ceremonial en el cuerpo de un bailarín que debe participar en los corroboree, serie de danzas organizadas con ocasión de las ceremonias de iniciación o de la celebración de un rito. Es posible que las planchas de corteza de Eucalipto sirvan ante todo al artista aborigen de soporte para la realización de bocetos a fin de adiestrarse antes de emprender una pintura corporal ceremonial. Tal puede ser una de las primeras y más antiguas razones por las cuales los aborígenes australianos pintan las cortezas de los árboles.

No se contentan los pintores aborígenes con ser decoradores, sino que saben crear una verdadera pintura, en la cual las formas naturales desembocan en una abstracción involuntaria. También en estas islas está la pintura en corteza vinculada a la pintura ritual en el cuerpo. Reproduce todavía totems, pero se escogen motivos vegetales o lugares, en vez de animales. 

Los pintores dan rienda suelta a su fantasía y a su imaginación para concebir una forma que represente un árbol, un matorral o un sitio determinado, una isla, unas rocas, un montón de tierra -sobre todo de la que proporciona ocres naturales-, una extensión de arena, una poza, un arroyo o una bahía.

Sin preocuparse por la realidad visual, atribuyen a sus formas el significado que les conviene, ya sea porque se sienten voluntariamente indiferentes a la apariencia de los fenómenos naturales y no intentan resumirla de un modo que pudiera ser todavía indentificable, ya sea porque han llegado tan lejos en la esquematización que no nos es posible seguir su razonamiento.

Otras pinturas ornamentales, ligadas a la pintura parietal y a sus símbolos o inspiradas por grabados en madera o en nácar, decoran las cortezas de la región de Port Keats, en el litoral septentrional de Australia Occidental. 

Como todas las demás, reflejan la mitología de la región. Las formas naturales -por ejemplo, la de la Serpiente- atraen a los pintores, que se inspiran en las curvas de su cuerpo, en los círculos y espirales de las sierpes y en la mancha clara de sus huevos. Al reorganizar y componer estas formas, nos enseñan la transición gradual hacia la ornamentación.

La pintura aborigen es especialmente codiciada en nuestra época, en la cual el llamado "arte primitivo" suscita un interés creciente. De ahí que las cortezas pintadas tiendan a proliferar hoy en toda Australia, con desmedro de su calidad y de su importancia educativa. Pero en la superabundancia actual aun es posible encontrar obras de calidad.




Diseño|Arte|Diagramación: Pachakamakin
Portada: Margarita Amor

[*] KAREL KUPKA, francés de origen checoslovaco. Jurista de formación y Etnólogo de profesión. Miembro del Centro Nacional de Investigaciones Científicas francés.