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5.18.2012

LAS BODAS CABALÍSTICAS DEL REY

Por Carlos de Tilo [*]



A PROPOSITO DEL QUIJOTE

INTRODUCCION

En la segunda parte del Quijote, Cervantes nos cuenta la historia de Las Bodas de Camacho el rico con el suceso de Basilio el pobre [1], cuyo contenido tradicional nos ha parecido evidente.

El ensayo que ofrecemos tiene por objeto proponer al lector un comentario cabalístico de este episodio a partir del análisis literal del texto.

De entrada se nos plantea una cuestión que tal vez parecerá absurda y fuera de lugar a la mayoría de los respetables académicos cervantistas españoles:

¿Es Cervantes un cabalista enmascarado? ¿Podemos afirmar que, en realidad, aquí nos habla Cervantes de las bodas cabalísticas del Rey? Intentaremos comprobarlo.

Según las investigaciones del profesor Leandro Rodríguez, publicadas en su libro Don Miguel, judío de Cervantes [2], parece probable que el autor del Quijote no naciera en Alcalá de Henares, sino en el pueblo de Cervantes, cerca de Sanabria, en los montes de León. Antes de la Inquisición, esta región tenía fuerte densidad de población judía. Cervantes pues, sería de origen judío, hijo de padres conversos, que escondieron su verdadera identidad bajo el nombre de su pueblo de nacimiento.

Eso lo confirma la Sra. Ruth Reichelberg, profesora de la Universidad de Bar-Han, cerca de Tel Aviv, en un excelente ensayo publicado en francés, en 1989: Don Quichotte ou le roman d'un juif masqué [3]. Gracias a su formación hebraica, la autora intuye por instinto el sentido verdadero del mensaje cervantino.

Hace unos años, Dominique Aubier ya había olfateado lo mismo [4]. El desconocimiento de esta realidad hebraica en la obra de Cervantes ha hecho que los comentarios de la casi totalidad de los cervantistas desde el siglo XVIII fueran superficiales, sin lograr penetrar más allá de la máscara que Cervantes tuvo que imponerse por evidente prudencia. 

Estudiar la literatura española de los siglos XVI-XVII, sin tener en cuenta el hecho judío es ignorar voluntariamente una parte integrante de España, a la que hay que añadir las aportaciones de la cultura islámica, sin olvidar además todo el conjunto de la cultura clásica, propio del Renacimiento, o sea el hermetismo griego. Pero eso es otro tema.
A pesar de la terrible represión decretada en 1492, a pesar de todos los esfuerzos de limpieza de la sangre, la mancha ha quedado, y precisamente, es lo que formó la peculiar riqueza del genio español: tres religiones hijas de Abraham, tres culturas, tres lenguas unidas en un mismo pueblo. Y ¿quién puede negar que gran parte de la gloria del siglo de Oro español fuese debida a esta mancha? ¿No eran conversos la mayoría de sus representantes más brillantes, empezando por el maestro Cervantes? Hay que reconocerlo. También es cuando la lengua castellana alcanzó su perfección.

Pese a los decretos reales y a la intolerancia inquisitorial, la fusión profunda entre judaísmo y cristianismo se realizó, como en secreto, gracias a los primeros cabalistas cristianos y, a partir de España, se difundió en toda Europa.

Pero esa reforma en profundidad iniciada dentro de la Iglesia en los siglos XIV y XV por sus representantes más eruditos e iluminados y en mayoría conversos, no fue asumida por la jerarquía. Si hubiese aprovechado la Iglesia esa ocasión de reformarse desde dentro, tal vez no se hubiera producido la rebelión de los partidarios de Lutero, desde luego celosos en su lucha contra los abusos del clero, pero desgraciadamente poco instruidos respecto a los misterios de su tradición. Y en su Contrarreforma, la Iglesia no se reformó, sino que al contrario, endureció su acción represiva y de rechazo a todo lo que hubiera podido enriquecerla.

En el capítulo XXI de la primera parte, con una punta de picardía, Cervantes hace decir a Sancho:
«Sea por Dios, que yo cristiano viejo soy, y para ser conde esto me basta. Y aun te sobra, dijo don Quijote; y cuando no lo fueras, no hacía nada al caso; porque, siendo yo el rey, bien te puedo dar nobleza sin que la compres...» [5].
Una nobleza pues, que no se compra con dinero. Así pues, Sancho es cristiano viejo, pero don Quijote de la Mancha, simplemente dice: soy el rey (lo que permite sospechar que no es cristiano viejo). El cristiano es el criado y el judío es el amo. Es el mundo al revés según la óptica de la Iglesia oficial. Soy el rey, soy el cabalista, el que da auténtica nobleza al cristiano; éste no puede despreciar su fundamento hebraico, ya que depende de él, lo mismo que Sancho de don Quijote.

Y eso es precisamente lo que hicieron los cristianos cabalistas.
Respecto a este fundamento hebraico del cristianismo, leamos lo que decía A. de Nebrija:

«No consintáis que las Sagradas Letras sean profanadas por hombres ignorantes de todas las buenas artes. Favoreced los ingenios. Y realzad aquellas dos luces de nuestra religión ya extinguidas, las lenguas griega y hebrea... Mientras la otra lengua (e.d. el hebreo) está despreciada y, si se lograre lo que éstos desean, muy en breve esta lengua tan venerada como antigua, a la que fueron confiados los principios de nuestra religión, quedará envuelta en tinieblas. Pues si se prohibe la lectura de los códices hebreos o si los hacen desaparecer, los disipan, desgarran y queman, si creen que en modo alguno nos son necesarios los libros de los griegos en los que fueron echados los cimientos de la Iglesia primitiva, forzosamente nos veremos envueltos en aquel caos antiguo, anterior a las Sagradas Escrituras; los hombres, privados de las dos antorchas de las Sagradas Letras, habremos de estar dando vueltas en las tinieblas de una noche sin fin» [6].

Precisamente, del rey vamos a hablar a propósito de este episodio de las Bodas de Camacho. El rey es Basilio, por supuesto, ya que en griego, rey se dice basileus. Pero antes de intentar comentarlo será necesario presentar un breve resumen de esta historia del rico y el pobre.

RESUMEN

Basilio, que vivía en el mismo pueblo que los padres de Quiteria, «se enamoró de ella desde sus tiernos y primeros años y ella fue correspondiendo a su deseo con mil honestos favores, [...] Fue creciendo la edad», y el padre de Quiteria decidió casar a su hija con el rico Camacho, ya que Basilio era pobre. Llega el día de la boda, a la que van a asistir don Quijote y su escudero. La suntuosidad de la fiesta estaba en relación con la riqueza del prometido: música, cantos, bailes, representación teatral y danzas alegóricas; en cuanto a la comida, era «tan abundante que podía sustentar a un ejército». Al mirar todo eso y sobre todo al olerlo, Sancho se quedó boquiabierto y admirado por las riquezas de Camacho.

Aparecen los novios acompañados por el cura y la parentela de entrambos. Antes de empezar la ceremonia del matrimonio, se presenta Basilio ante Quiteria, a la que reprueba su ingratitud, y puesto que estaban prometidos desde siempre, para que pueda casarse con Camacho, se mata con la punta de acero de su bastón y cae bañado en su sangre. Moribundo, pide a Quiteria que le dé la mano de esposa, así podrá morir en paz y Quiteria casarse con Camacho. Don Quijote apoya la petición del herido. Finalmente Quiteria dice sí y el cura les da la bendición.

En este momento se levantó en pie Basilio y sacó el estoque: «Se halló que la cuchilla había pasado no por la carne y costillas de Basilio, sino por un cañón hueco de hierro que, lleno de sangre, en aquel lugar bien acomodado tenía».

Los acompañantes de Camacho, burlados por la estratagema de Basilio, quieren vengarse y sacan sus espadas, pero don Quijote, «A caballo y con la lanza sobre el brazo» se puso delante y «a grandes voces decía: Quiteria era de Basilio y Basilio de Quiteria, por justa y favorable disposición de los cielos, que a los dos que Dios junta no podría separar el hombre y el que lo intentare, primero ha de pasar por la punta desta lanza».
Todos se quedaron sosegados y convencidos por las razones de don Quijote.

«Camacho quiso que las fiestas pasasen adelante como si realmente se desposara, pero no quisieron asistir a ellas Basilio ni su esposa ni secuaces, y así se fueron a la aldea de Basilio» acompañados por don Quijote y Sancho al que ´se le escureció el alma por verse imposibilitado de aguardar la espléndida comida y fiestas de Camacho...´ y así se dejó atrás las ollas de Egipto.»

INTERPRETACION

«Apenas la blanca aurora había dado lugar a que el luciente Febo con el ardor de sus calientes rayos las líquidas perlas de sus cabellos de oro enjugase...»

Parece que, desde el principio, Cervantes nos quiera sugerir algo. Dice El Mensaje Reencontrado: «Cuando hayamos asido al Señor por su cabellera dorada...» (XIX, 29) Este oro celeste es la clave del conocimiento y el secreto de la Cábala. El caballero andante que logra asirlo ha encontrado a la Dama de sus pensamientos y celebra sus bodas cabalísticas.
«... cuando don Quijote sacudiendo la pereza de sus miembros, se puso en pie y llamó a su escudero Sancho, que aun todavía roncaba; lo cual visto por don Quijote, antes que le despertase, le dijo: ¡Oh tú, bienaventurado sobre cuantos viven sobre la haz de la tierra pues sin tener invidia ni ser invidiado, duermes con sosegado espíritu! [...] Duerme, digo otra vez y lo diré otras ciento, sin que te tengan en continua vigilia celos de tu dama... Duerme el criado y está velando el señor, pensando cómo le ha de sustentar, mejorar y hacer mercedes. La congoja de ver que el cielo se hace de bronce sin acudir a la tierra con el conveniente rocío no aflije al criado, sino al señor, que ha de sustentar en la esterilidad y hambre al que le sirvió en la fertilidad y abundancia. A todo esto no respondió Sancho, porque dormía...»
Sancho, el criado, duerme; es el hombre de este mundo, el hombre carnal; mientras tanto, su señor está velando y le «tienen en continua vigilia celos de su dama».

El criado y su amo parecen representar como las «dos partes de nuestro compuesto caído y provisional», de las que habla El Mensaje Reencontrado: la bestia y el ángel (XXIII, 17’).
No es el criado, pues, sino su señor que está:
«afligido por la congoja de ver que el cielo se hace de bronce sin acudir a la tierra con el conveniente rocío».
Está afligido porque el cielo no derrama la Bendición, y con Isaías, canta: «¡Oh cielos! derramad desde arriba vuestro rocío; y lluevan las nubes al justo: ábrase la tierra y brote al salvador, y nazca con él justicia. Yo, el Señor lo he creado» (XLV, 8).

«Está afligido» pues, porque el bronce no suena; con bronce se hacen las campanas y su sonido es el mismo que la voz del Señor que resuena cuando crea el mundo, o dicho de otra manera, en el momento de las bodas del cielo con la tierra. Es lo que está esperando don Quijote, mientras duerme el asno.

El criado sirve a su amo en la fertilidad y abundancia de este mundo, porque le da el soporte imprescindible para su manifestación. En cambio, el amo le ha de sustentar, mejorar y hacer mercedes en la esterilidad y hambre de los sentidos brutos.
«Despertó, en fin [Sancho] soñoliento y perezoso, y volviendo el rostro a todas partes, dijo: De la parte desta enramada, si no me engaño, sale un tufo y olor harto más de torreznos asados que de juncos y tomillos: bodas que por tales olores comienzan, para mi santiguada, que deben de ser abundantes y generosas.»
¿Qué es lo que despierta al hombre carnal? No es por cierto el perfume del rocío celeste, sino ¡el olor del tocino asado! ¡Desde luego, éste no es judío! Antes de contarnos las fiestas y ceremonia de la boda, Cervantes sólo nos habla de Sancho y de su comportamiento ante el espléndido banquete que están preparando los cocineros y cocineras «que pasaban de cincuenta». Esta descripción ocupa más de dos páginas, lo que parece poner en evidencia el contraste que existe entre Sancho-Camacho por un lado y don Quijote-Basilio por otro.

Sancho representa Esaú, pues lo mismo que Sancho, que no piensa sino llenarse la panza, Esaú dice a Jacob: «Dame de esa menestra roja que has cocido, pues estoy sumamente cansado. Por esa causa se le dio después el apellido de Edom» (Gén. XXV, 30). En cuanto a Camacho -en hebreo camah significa mucho- de alguna manera también se identifica con Esaú por su riqueza en el mundo, ya que dijo Esaú: «Tengo mucho» (Gén. XXXIII, 9); le contestó Jacob: «Tengo todo». El todo es la unión del cielo y la tierra de los cabalistas. Lo mismo podrá decir Basilio después de realizar su boda. Observemos que don Quijote es quien defendió su causa.

Ahora este rústico Sancho nos va a dar su opinión sobre los protagonistas de esa boda, una opinión conforme con su llana razón de hombre profano:
«Mas que haga lo que quisiere: no fuera él pobre y casarse con Quiteria. ¿No hay más sino no tener un cuarto y querer casarse (o alzarse) por las nubes? A la fe, señor yo soy de parecer que el pobre debe de contentarse con lo que hallare y no pedir cotufas en el golfo [7]».
«Casarse por las nubes» es precisamente lo que va a realizar Basilio y lo que Camacho, el rico en este mundo, no puede hacer: casarse con el cielo. Covarrubias dice que casar viene de casa [8]: Casarse es hacer casa, el cielo en casa, pues es el cielo terrestre. (Casar, del hebreo qsr, vincular). En efecto, Quiteria en hebreo es Keter yah, Keter, la corona, la primera sefirah; Yah es yod, la segunda sefirah, Hokmah(Sabiduría) y hé, la tercera, Binah (Inteligencia). Quiteria representa las tres primeras Sefirot, las del mundo de la Emanación. Se trata del principio sutil de la cábala, pero para Sancho eso es pedir una cosa imposible. No olvidemos que Sancho es cristiano viejo, pues para él la cábala es un sueño herético de los judaizantes.

Qtr es también el incienso (y el verbo qtr significa unir, vincular), el humo del incienso que une el cielo con la tierra. A partir de la emanación de las tres primeras sefirot empieza el mundo de la creación, o sea las bodas cabalísticas del Rey (Basilio) cuya finalización es Malkut, la última sefirot; allí, el Rey está en su reino.

Quiteria también podría aludir a la raíz árabe Qtr y significaría la que llueve, la que desciende por goteo, o sea, el rocío celeste del que hemos hablado. Qitr, es cobre. Qatr, es incienso.

Citerea es uno de los nombres de Venus, porque al nacer, el Céfiro la llevó a aquella isla.
«Yo apostaré un brazo que puede Camacho envolver en reales a Basilio, y si esto es así, como debe de ser, bien boba fuera Quiteria en desechar las galas y las joyas que le debe de haber dado, y le puede dar Camacho, por escoger el tirar de la barra y el jugar de la negra (espada) de Basilio [...] Sobre un buen cimiento se puede levantar un buen edificio y el mejor cimiento y zanja del mundo es el dinero.»

La palabra dinero procede de denario, cuyo significado es lo que se refiere o contiene el número 10, o sea la Palabra divina.

Sancho cita aquí un refrán, al parecer cabalístico, que no es capaz de entender si no es en un sentido profano; desde luego, las perlas no son para los cerdos. ¿Cómo puede saber este asno que el mejor cimiento del mundo para levantar el buen Edificio, que es el Templo, es el denario, o dicho de otra manera, el oro del Templo?
«Por quien Dios es Sancho, dijo a esta sazón don Quijote, que concluyas con tu arenga...»
Las declaraciones de Sancho parecen escandalizar a don Quijote, ya que sin duda alguna el dios de Sancho es el dinero; admira a Camacho por sus riquezas y desprecia al pobre. «No podéis servir a Dios y a Mamona [9]» (Mt. 6, 24).

Luego empieza la fiesta con «...danza de artificio y de las que llaman habladas. Era de ocho ninfas repartidas en dos hileras: de la una hilera era guía el dios Cupido y de la otra el Interés. Las ninfas que al Amor seguían... eran Poesía, Discreción, Buen Linaje y Valentía. Las que al Interés seguían eran: Liberalidad, Dádiva, Tesoro y Posesión pacífica...»

«Dijo don Quijote: ¡Bien ha encajado en la danza las habilidades de Basilio y las riquezas de Camacho!»

Este comentario de don Quijote pone de relieve el contraste que existe entre la hilera guiada por Cupido o sea las habilidades de Basilio, y la guiada por Interés, las riquezas de Camacho.

¿Y cuáles son las habilidades de Basilio? Cupido guiaba: 1.Poesía, del griego poieo, crear, engendrar. 2.Discreción, del latín discernere, separar la verdad del error, lo puro de lo impuro. 3.Buen linaje, la descendencia de Abraham. 4. Valentía, fuerza, valor, en latín virtus.

En cambio, las cuatro seguidoras de Interés están relacionadas con la riqueza. Covarrubias explica que «Interesal es el que no haze cosa graciosa [gratuita] sino moviéndose siempre por su interés y provecho. El interés es la polilla de la virtud. Nuestro Redemptor dixo que al que atesora en el cielo está seguro de la polilla». El interés humano pues, es lo opuesto al amor de Dios, o sea Cupido.


El Amor canta:

«Yo soy el dios poderoso

en el aire y en la tierra

y en el ancho mar undoso,

y en cuanto al abismo encierra

en su báratro espantoso.

Nunca conocí qué es miedo;

todo cuanto quiero puedo,

aunque quiera lo imposible,

y en todo lo que es posible

mando, quito, pongo y vedo.»

En cambio dijo el Interés:

«Soy quien puede más que Amor,

y es Amor el que me guía;

Soy de la estirpe mejor

que el cielo en la tierra cría,

más conocida y mayor.

Soy el Interés, en quien

pocos suelen obrar bien,

y obrar sin mí es gran milagro;

y cual soy te me consagro,

por siempre jamás, amén.»

«Sancho Panza, que lo escuchaba todo dijo: El rey es mi gallo: a Camacho me atengo.- En fin, dijo don Quijote, bien se parece, Sancho, que eres villano y de aquellos que dicen: ¡Viva quien vence!»
«El rey es mi gallo, a Camacho me atengo». Dice la nota 23 de L.A. Murillo:
«En las contiendas de gallos, el que apostaba indicaba su preferencia con la frase: ¡Este es mi gallo! Sancho quiere decir que el que vence es mi gallo y me atengo a la riqueza y el poder».
Así, Sancho se equivoca en su apuesta, ya que el rey y el que vence no es Camacho, sino Basilio (Basileus). Hay que observar que, tal como lo hemos visto, don Quijote también se presenta como el rey. Así pues, podemos deducir de ello que Dulcinea representa para don Quijote lo mismo que Quiteria para Basilio.

Y cuando vio don Quijote a Quiteria, «parecióle que, fuera de su señora Dulcinea del Toboso, no había visto mujer más hermosa jamás».

Y más adelante dice don Quijote: «Mirad, discreto Basilio: opinión fue de no sé qué sabio que no había en todo el mundo sino una sola mujer buena...»

Mucho apostaría que este sabio del que Cervantes no quiere dar el nombre es un rabino cabalista que canta las alabanzas de la Shekinah.
«...y daba por consejo que cada uno pensase y creyese que aquella sola buena era la suya, y así viviría contento».
Esta única mujer buena sabemos quien es: Shekinah, en hebreo es la Presencia divina en el hombre, o sea que reúne a los dos que estaban separados, por eso dijo el Señor: «No es bueno que el hombre esté solo, le haré una ayuda frente a él». Sin ella, no hay regeneración posible para el Adán exiliado en este mundo.
«...bien se parece, Sancho, que eres villano y de aquellos que dicen: ¡Viva quien vence! -No sé de los que soy, respondió Sancho, pero bien sé que nunca de ollas de Basilio, sacaré yo tan elegante espuma como es esta que he sacado de las de Camacho.- Y enseñóle el caldero lleno de gansos y gallinas y asiendo de una, comenzó a comer con mucho donaire y gana.»
Ahora llegan los novios acompañados por el cura que se prepara para la ceremonia de la bendición nupcial.

También se presentan los parientes y amigos. En este momento es cuando aparece
«...un hombre vestido al parecer de un sayo negro».

Basilio viene para morir a este mundo y renacer en el mundo por venir. Dice Covarrubias: «Sayo: ...los que hazían penitencia pública se vestían destos sacos, echándose ceniça en la cabeza. En la primitiva Iglesia fué hábito de penitencia, y se llamó saco benedicto, que oy dezimos San Benito, insignia de la Santa Inquisición, que echa sobre el pecho y espaldas del penitente reconciliado.»

Es normal que Basilio lleve el Sambenito, ya que por ser cabalista habrá tenido problemas con la Inquisición.
«...jironado de carmesí a llamas», las llamas significan la purificación por el fuego. Covarrubias: «Carmesí, del hebreo karmil, púrpura».
«Venía coronado, como se vio luego, con una corona de funesto ciprés».
Este árbol se planta en los cementerios, o sea en las cenizas de los antepasados. Ver El Mensaje Reencontrado: «Recordemos que el culto de los santos antepasados completa el culto de Dios, que es el Viviente de eternidad.-Adoremos el sol de vida y no despreciemos las cenizas de los Antepasados» (XIV, 9’).

El culto de los santos antepasados, que completa el de Dios, es también el culto de su mensaje escrito, de su Palabra que dice la edad de Oro; nos lo han dejado en herencia como fieles Servidores de Dios.

Pero esas palabras de los antepasados han quedado como cenizas, ya que han muerto en el olvido de los hombres que no saben revivificarlas. El ciprés simboliza la muerte por la que ha de pasar el rey, lo mismo que el oro físico, que ha de disolverse en su propia substancia. La corona de ciprés, desde luego, alude a la corona Keter, que primero mortifica antes de vivificar; y podemos imaginar que se levantará este rey con una corona de laurel; dice Covarrubias que es «árbol de perpetuo verdor en sus hojas, y entiéndase está, por esta razón, consagrado a Apolo, el cual fingen los poetas en perpetua juventud y verdor». La Bendición, Keter, primero cae sobre la raíz del árbol, luego se eleva: entonces es el Rey con su corona de oro puro.
«En las manos traía un bastón grande».
«El Arte negado por pereza, se ve en naturaleza del rústico bastón», dice EH [10]. Este bastón puntiagudo, en el sacrificio de Basilio, va a devolver la medida a lo desmesurado; este medio natural va a unir lo más alto con lo más bajo.
«Llegó, en fin cansado, y sin aliento, y puesto delante de los desposados, hincado el bastón en el suelo, que tenía el cuento de una punta de acero.»
«...hincado el bastón en el suelo», podría indicar la naturaleza fija, corpórea y sensible del Conocimiento o Gnosis.
«...mudada la color, puestos los ojos en Quiteria, con voz tremente y ronca estas razones dijo: Bien sabes, desconocida Quiteria, que conforme a la santa ley que profesamos, que viviendo yo, tú no puedes tomar esposo... muera, muera el pobre Basilio».
¡Muera el pobre para vivir, y viva el rico para morir!, pues tengo que morir, o sea sacrificarme, a fin de poder unirme contigo. Es lo que enseña la santa Ley que, en secreto, profesamos; la alusión a la Torá es clara. Basilio, con el Sambenito, todavía profesa su santa Ley-Torá. Camacho-Esaú no profesa nuestra Ley, y Esaú es Edom, la Roma cristiana perseguidora de los judíos, que quiere acaparar a la Torá, pero al encerrarla en sus ritos es incapaz de hacerla fructificar. Los doctores de la Iglesia están actuando como los de la ley de Moisés, a los que en su época, recriminaba Jesús: «¡Ay de vosotros doctores de la ley! porque habiendo tomado la llave de la gnosis, no habéis entrado vosotros mismos, y, a los que querían entrar se lo habéis impedido» (Lucas XI, 52). Esta llave, desde luego, es el Don de la Cábala.

Otro perseguidor de los judíos fue el Faraón, por eso Cervantes, al final de la historia menciona las ollas de Egipto a propósito de las de Camacho. Así pues, lo mismo que Moisés, que se apoderó del Elohim del Faraón -o sea que hizo bajar a Isis, a fin de salir con su pueblo de la tierra de servidumbre e ir hacia Canaán, la tierra de abundancia, donde fluye la leche y la miel-, igualmente Basilio se adueña de la Quiteria de Camacho y, con los suyos, se va a su aldea, dice Cervantes.

Covarrubias explica que aldea es nombre griego, del verbo al-dainw, alimentar, fortificar, crecer, multiplicar. Allí, en esa pura tierra de promisión es donde va a crecer el Rey, fortificándose y multiplicándose hasta su perfecta maduración áurea.

El padre de Quiteria había decidido casar a su hija con Camacho, igualmente Isaac quería transmitir su bendición a su primogénito Esaú, pero la bendición era para Jacob. Es lo que dice don Quijote:
«Quiteria era de Basilio, y Basilio de Quiteria por justa y favorable disposición de los cielos».
«Y diciendo esto, asió del bastón que tenía hincado en el suelo, y quedándose la mitad dél en la tierra, mostró que servía de vaina a un mediano estoque que en él se ocultaba; y puesta la que se podía llamar empuñadura en el suelo, con ligero desenfado y determinado propósito se arrojó sobre él, y en un punto mostró la punta sangrienta a las espaldas...» Basilio se sacrifica y, moribundo, pide la mano de esposa a Quiteria:
«En oyendo don Quijote la petición del herido, en altas voces dijo que Basilio pedía una cosa muy justa y puesta en razón, además, muy hacedera, y que el señor Camacho quedaría tan honrado recibiendo a la señora Quiteria viuda del valeroso Basilio como si la recibiera del lado de su padre: Aquí no ha de hacer más de un sí, que no tenga otro efecto que el pronunciarle, pues el tálamo de estas bodas ha de ser la sepultura.»
Covarrubias cita un proverbio muy cabalístico: «Mesurada como novia en tálamo». Allí la novia encuentra la medida; dar mesura a lo desmesurado es volverlo conocible: La Gnosis.
Queda claro que don Quijote profesa la misma Ley que Basilio y Quiteria. Esta es la santa, única y misteriosa Ley del Señor de Amor. Nuestro hidalgo sabe que el Rey debe morir, tomar su vida en el cielo y madurarla sobre la tierra. ¡Muera el pobre para vivir, y viva el rico para morir!
«Estando pues, asidos de las manos Basilio y Quiteria, el cura tierno y lloroso, los echó la bendición».
Acordémonos de Isaac, engañado por la estratagema de Jacob; éste es quien recibió la bendición en lugar de Esaú su hermano; aquí ocurre lo mismo: el cura es engañado y Basilio es quien recibe la bendición en vez de Camacho.

«... el cual [Basilio] así como recibió la bendición, con presta ligereza se levantó en pie», se endereza; después de morir, resucita (ver Gén. XXVIII, 18). «Levantándose pues, Jacob al amanecer, cogió la piedra que se había puesto por cabecera, y erigióla como una columna y derramó aceite encima» El Mesías, Mesiah, es el ungido (de Msh, ungir).
«Quedaron todos los circunstantes admirados, y algunos dellos, más simples que curiosos, en altas voces comenzaron a decir: ¡Milagro, milagro! Pero Basilio replicó: ¡No milagro, milagro, sino industria, industria!»
Covarrubias nos dice: «Industria es hazer una cosa de industria, hazerla a sabiendas y adrede, para que de allí suceda cosa que para otro sea a caso y para él de propósito».
Hay que notar que en el curso de toda la historia, Camacho no pronuncia ni una palabra, como si fuera mudo.

«Finalmente, el cura y Camacho con todos los más circunstantes se tuvieron por burlados y escarnidos... de lo que quedó Camacho y sus valederos tan corridos, que remitieron su venganza a las manos, y desenvainando muchas espadas arremetieron a Basilio, en cuyo favor en un instante se desenvainaron casi otras tantas. Y tomando la delantera a caballo don Quijote, con la lanza sobre el brazo y bien cubierto de su escudo, se hacía dar lugar de todos... y a grandes voces decía: Teneos, señores, teneos... Quiteria era de Basilio y Basilio de Quiteria, por justa y favorable disposición de los cielos. Camacho es rico y podrá comprar su gusto cuando, donde y como quisiere. Basilio no tiene más desta oveja, y no se la ha de quitar alguno por poderoso que sea; que a los dos que Dios junta no podrá separar el hombre; y el que lo intentare, primero ha de pasar por la punta desta lanza.»

Por eso se dice: «Cada oveja con su pareja».

Si necesitáramos otra prueba o confirmación de que don Quijote no es sino un cabalista disfrazado, aquí la tendríamos, ya que con esta arenga bien se expresa como tal.
La palabra evangélica dice: «...que el hombre no separe los que Dios unió». Las bodas cabalísticas vuelven a reunir a los que el hombre exiliado había separado; se trata del NOMBRE de Dios reunificado.
«Basilio no tiene más desta oveja».
Una nota de L.A. Murillo nos remite al capítulo 12 del segundo libro de Samuel, donde se trata «desta oveja» a la que se refiere don Quijote. Se cuenta el episodio en el que David hizo matar a Uriah a fin de poder apoderarse de su mujer Betsabé. Entonces se presenta el profeta Natán en casa de David y le cuenta la siguiente parábola:
«Había dos hombres en una ciudad, el uno rico y el otro pobre. Tenía el rico ovejas y bueyes en grandísimo número; el pobre no tenía nada más que una ovejita que había comprado y criado, y que había crecido en su casa entre sus hijos, comiendo de su pan y bebiendo en su vaso, y durmiendo en su seno, y la quería como si fuera una hija suya. Mas habiendo llegado un huésped a casa del rico, ni quiso éste tocar a sus ovejas, ni a sus bueyes para dar convite al forastero que le había llegado, sino que quitó la ovejita al pobre, y aderezóla para dar de comer al huésped que tenía en casa... Oído esto David se indignó contra aquel hombre. Le dijo Natán: -Ese hombre eres tú.»
Al referirse a esta oveja que pertenece al pobre, don Quijote quiere apuntar la similitud que existe entre Quiteria y la mujer de Uriah, Betsabé; Camacho, el rico, quería adueñarse de Quiteria lo mismo que David de Betsabé.

En hebreo es Bat Sheva, Bat Eliam, Eshet Uriah (II Sam. XI, 3). Bat Sheva es hija de siete, o sea el Alma del mundo; o Bat Sava, hija de la abundancia; el Alma del mundo es la que enriquece al pobre en el mundo porvenir. Bat Eliam es hija del pueblo de mi Dios: el pueblo de mi Dios es la descendencia de Abraham, la hija de Abraham. Eshet Uriah es mujer del Fuego de IAH: el Fuego dulce de los cabalistas; o mujer de la Revelación de IAH, o sea la del Ángel al visitar a Sarah. Esta revelación es también la del NOMBRE divino: «Seré el que seré» (ver Ex. III, 14) o si se cambia de vocalización hebrea: «Seré el Fuego visitando [al hombre], IAH». He aquí, confirmado por don Quijote, el sentido cabalístico de la historia de las bodas de Camacho.

Aquí, con la discreta alusión a «esta oveja», sólo por un instante, Cervantes levanta su máscara: Quiteria es Bat Sheva, el Alma del Mundo, el Fuego de los cabalistas, el río de oro que secretamente genera, en este mundo, el siglo de oro de los Bienaventurados.
Después de la arenga de don Quijote, todos quedaron sosegados:
«Consolado, pues y pacífico Camacho y los de su mesnada, todos los de Basilio se sosegaron, y el rico Camacho, por mostrar que no sentía la burla, ni la estimaba en nada, quiso que las fiestas pasasen adelante como si realmente se desposara; pero no quisieron asistir a ellas Basilio ni su esposa ni secuaces, y así se fueron a la aldea de Basilio...»
Hemos visto el significado de «aldea».
«[...] Lleváronse consigo a don Quijote, estimándole por hombre de valor y de pelo en pecho. A sólo Sancho se le escureció el alma, por verse imposibilitado de aguardar la espléndida comida y fiestas de Camacho, que duraron hasta la noche: y así, asenderado y triste siguió a su señor, que con la cuadrilla de Basilio iba, y así, se dejó atrás las ollas de Egipto, aunque las llevaba en el alma, cuya ya casi consumida y acabada espuma, que en el caldero llevaba, le representaba la gloria y la abundancia del bien que perdía; y así, congojado y pensativo, aunque sin hambre, sin apearse del rucio, siguió las huellas de Rocinante.»
«Se dejó atrás las ollas de Egipto»: (Exodo XVI, 2-3): «Y murmuró en aquel desierto contra Moisés y Aarón el pueblo de los hijos de Israel. Les dijeron los hijos de Israel: ¡Ojalá hubiésemos muerto a manos del Señor en la tierra de Egipto, cuando estábamos sentados junto a las calderas llenas de carne y comíamos pan cuanto queríamos! ¿Por qué nos habéis traído a este desierto para matar de hambre a toda la gente?».
Al igual que Sancho, congojado al abandonar las ollas de Camacho, sigue a su señor don Quijote, asimismo, al abandonar las ollas de Egipto los hijos de Israel, infieles e incrédulos, siguen a Moisés. Ignoraban que para poseer la abundancia inagotable de la tierra de Canaán tenían que atravesar el desierto del hambre, después de dejar atrás la ilusoria abundancia de la tierra de Egipto. Por eso al principio, mientras duerme Sancho, dice don Quijote:
«La congoja de ver que el cielo se hace de bronce sin acudir a la tierra con el conveniente rocío ni aflige al criado, sino al señor, que ha de sustentar en la esterilidad y hambre [o sea del desierto] al que le sirvió en la fertilidad y abundancia [o sea de Egipto]».
Y está escrito en El Mensaje Reencontrado: «Quien haya soportado sin desfallecer la pobreza y el abandono por la gloria de su Señor, un día será colmado de las riquezas del Universo y estará encargado de distribuir el maná de vida a los creyentes caritativos y fieles» (XVII, 46«). Es Basilio, el Rey Mesías. «Las riquezas del Universo», o sea las que el Alma del mundo, la Hija de siete, Bat Sheva, Quiteria o Dulcinea concede a su amante fiel.




Diseño|Arte|Diagramación: Pachakamakin
Portada: Pachakamakin


[*] Carlos de Tilo es el seudónimo que utilizó en sus escritos
Charles van der Linden d'Hooghvorst [1924-2004]


[1] Cap. XIX, XX, XXI. Hemos utilizado la edición preparada por L. A. Murillo, Clásicos Castalia, Madrid, 1978, Vol. II, pp. 178-203.
[2] Leandro Rodríguez, Don Miguel, judío de Cervantes, Ed. Monte Casino, Zamora, 1992.
[3] Ruth Reichelberg, Don Quichotte ou le roman d'un juif masqué, Ed. Entailles, Bourg-en-Bresse, 1989.
[4] Dominique Aubier, Don Quichotte prophète d'Israel, Ed. Robert Laffont, Paris, 1966. Traducido al castellano como: Don Quijote, profeta y cabalista, Ed. Obelisco, Barcelona, 1981.
[5] Op. cit., cap. XXI, p. 263.
[6] Citado por Carlos Carrete, El judaísmo español y la Inquisición, Ed. Mapfre, Madrid, 1992, p. 135.
[7] es decir, pedir algo imposible.
[8] S. de Covarrubias, Tesoro de la Lengua Española, Ed. Altafulla, Barcelona, 1987.
[9] S. de Covarrubias, op. cit., dice que Mamona es el dios de las riquezas.
[10] Ver La Puerta, La Tradición Griega, Hilo de Penélope III, p. 36. La estaca puntiaguda de Polifemo, con la cual Ulises le devuelve el sentido.

5.17.2012

LOS TAROTS I

Por E. H.
Traducción: S. d´Hooghvoorst


Vio el conjunto de las cosas, y habiendo visto,
entendió...
Las cosas que conoció las grabó,
y habiéndolas grabado,
las ocultó... a fin de que toda generación tuviera que buscarlas.
HERMES TRISMEGISTO [1] 

¿Quién no ha realizado alguna vez una consulta al Tarot? El método es conocido: el consultante baraja las cartas, luego, las saca una por una de la pila. Entonces, el intérprete las coloca en un cierto orden y en ellas lee el porvenir según milenarias reglas adivinatorias, Si el intérprete, a menudo una mujer, está dotado y tiene experiencia, se pueden sacar curiosas verdades de esta consulta. Lo hemos experimentado. Esta clase de adivinación se llama cartomancia, en la cual las cartas sirven de soporte a un tipo de videncia natural para la que algunas personas están dotadas.

La cartomancia es un procedimiento muy ampliamente difundido en el mundo, ya que existen antiguas cartas chinas, indias e incluso musulmanas. De entre todos los juegos de Tarot, el más conocido en nuestros países es el antiguo Tarot de Marsella [2] llamado también Tarot de los Bohemios. De este juego nos ocupamos sobre todo en este estudio.
Pero, la simple cartomancia vulgar no lo explica todo. Ante la complicación de estos dibujos, cabe la pregunta de saber con qué intención se concibieron inicialmente estas cartas. Considerándolas atentamente, ¿No nos encontramos ante un mensaje de alcance más profundo y esencial?

El origen de la palabra Tarot es mal conocido. El adjetivo taroté [3] se refiere a cartas cuyo dorso está marcado de gris en compartimentos [4]. Pero, taroté se decía antiguamente de «una superficie dorada con hojas, cuando estaba troquelada o grabada con un estilete o un punzón para imprimir un dibujo en el oro. Los fondos de los primeros tarots iluminados eran obtenidos de esta manera.» [5] Uno de los más antiguos juegos de Tarot que se conocen, el Tarot de Visconti (siglo XV, Milán), nos muestra, en efecto, personajes pintados sobre hojas de oro «tarotadas», como podemos observar en la figura 1. [6]

Estas Láminas de oro grabadas y pintadas, ¿Acaso no hacen referencia a esta filosofía del Oro Sabio, u Oro del Templo, de la que ya hemos tenido oportunidad de hablar, y por la cual los profetas profetizaron?

Nos encontraríamos, pues, ante un mutus liber, que los antiguos imagineros nos habrían transmitido bajo el velo de la cartomancia. Al menos, tal parece haber sido la intención del Adepto desconocido que grabó con tanto cuidado las Láminas del Tarot de Marsella.
Ya en el siglo XVIII, el ministro protestante francés Antoine Court de Gebelin (1725-1784) fue uno de los primeros en presentir en sus escritos la verdadera naturaleza de los Tarots.
«Si se oyera anunciar -escribía- que aún existe hoy en día una obra de los antiguos egipcios, uno de sus libros escapado a las llamas que devoraron sus espléndidas bibliotecas, todos estarían impacientes por conocer un libro tan precioso, tan extraordinario. No obstante, el hecho es muy cierto, este libro egipcio, único resto de sus espléndidas bibliotecas, existe hoy en día; incluso es tan común que ningún sabio se ha dignado ocuparse de él, nadie, antes de nosotros, habiendo sospechado su ilustre origen. Este libro está compuesto de 72 hojas o imágenes, incluso 73, [7] dividido en clases. Este libro es, en una palabra, el juego de los Tarots.»
Nuestro autor sabía bien de qué se trataba. Añade, un poco más lejos:
«... efecto necesario de la forma frívola y ligera de este libro que le ha permitido triunfar sobre todas las épocas y llegar hasta nosotros con una frivolidad poco común; la misma ignorancia en la cual hemos estado, hasta ahora, acerca de lo que representaba, ha sido un acertado salvoconducto que le ha permitido atravesar tranquilamente todos los siglos sin que se haya pensado en hacerlo desaparecer...» [8]
Así pues, el uso que se ha hecho de ellos ha salvado de la desaparición a nuestros preciosos Tarots.

Especifiquemos ahora en qué sentido convendría entender una cartomancia original que fuera como el reflejo de la Gran Obra. Si se ha acabado considerando a los Tarots como un medio para prever el porvenir, en el sentido vulgar de la palabra, es a causa de una especie de amputación de su principio, ignorando la intención primitiva de los imagineros.
La adivinación vulgar ya no es más que la cáscara vacía de la antigua predicción o profecía cuya función no es anunciar lo que acontecerá mañana o pasado mañana, sino decir el mundo por venir o edad de oro, lo cual es muy distinto. Es únicamente en esta última perspectiva como convendría estudiar los libros proféticos. Ocurre, generalmente, que el profeta, en el anuncio o descripción de esta edad de oro, llegue, de modo natural, a describir la disolución de la edad de hierro, es decir, de este mundo. La finalidad de la profecía sólo radica en el único misterio de la regeneración del mundo.

Tirar las cartas es decir la suerte o la buenaventura, ¡Lo cual traduce muy exactamente el sentido de la palabra griega Eleusis!

Así pues, la intención de los antiguos imagineros era ver en los Tarots la imagen de un cielo terrestre llamado también firmamento o espejo de oro, el cual los profetas han examinado. Por esta razón los han concebido como láminas "tarotadas","doradas a la hoja, troqueladas o grabadas con un estilete para imprimir mejor un dibujo sobre el oro". Seguidamente, animaron sus dibujos, coloreándolos.

Ocupémonos, primeramente, de nuestras Láminas de oro dibujadas. Con el tiempo, las hojas de oro han desaparecido de estos grabados, pero la intención ha permanecido.

¿Acaso no se las llama comúnmente "las láminas del Tarot"?
Precisamente, volveremos a encontrar estas láminas, calificadas de celestes, en el texto hebreo de la Biblia, leyendo la descripción del segundo día de la creación, la creación del firmamento. La palabra latina firmamentum evoca una idea de solidez.

En efecto, leemos en Génesis I, 6: «Y Elohim dijo: Que haya un firmamento en el seno de las aguas». La palabra traducida por "firmamento" se dice en hebreo Raky'a, y proviene de una raíz (reish, kof, ayin), que significa extender, pero el verbo también tiene el sentido de extender y colorear en azul. He aquí dos ejemplos:

En Números 17, 3: "De los incensarios de esta gente, pecadores contra sus vidas, se harán láminas finas [hebr.: Reku'im: extendidas con martillo] para revestir el altar".
En Exodo 39, 3: «Y extendieron [hebr.: vairke'u: laminaron] Láminas de oro». Aquí se trata de la confección del tahalí del gran sacerdote, hecho con hilos de oro, azul, púrpura, escarlata y lino fino (como adamascado, según la traducción del rabinato francés). Notemos que encontramos aquí, en este tahalí, los colores principales de las láminas de los Tarots: oro, azul, rojo.

También Virgilio, en la Eneida, nos ha hablado de láminas de oro martilleadas, en el sexto canto de su poema (verso 136 y ss.). Se trata de este famoso ramo de oro, del cual, en el curso de su descenso a los Infiernos, el héroe ha de apoderarse para llegar a sus fines:
Latet arbore opaca
aureus et foliis et lento vimine ramus
lunomi infernae dictus sacer...
"Se esconde en un árbol frondoso una rama dorada cuyas hojas y tallo son maleables [lento: extendidas bajo el martillo]; se dice que está consagrado a Juno infernal..."

Los Tarots de Marsella están compuestos de 78 Láminas. Primeramente, se encuentran las cuatro series del juego de cartas ordinario, pero cuyos símbolos son distintos: las Copas (correspondientes a los Corazones), los Oros (a los Diamantes), los Bastos (a los Tréboles) y las Espadas (a las Picas), numeradas de uno a diez. Se han añadido cuatro Triunfos, en vez de tres en el juego de cartas: el Rey, la Dama, el Caballero y la Sota. [9] Pero a estas cuatro series del juego de cartas, el Tarot añade una quinta, compuesta de 21 cartas llamadas Láminas Mayores o Triunfos y numeradas de 1 a 21. He aquí la lista:


  • I. El Mago
  • II. La Papisa
  • III. La Emperatriz 
  • IV. El Emperador 
  • V. El Papa 
  • VI. El Enamorado 
  • VII. El Carro 
  • VIII. La Justicia 
  • IX. El Hermitaño 
  • X. La Rueda de la Fortuna 
  • XI. La Fuerza
  • XII. El Ahorcado o El Colgado 
  • XIII. Lámina sin nombre (representado la muerte)
  • XIV. La Templanza 
  • XV. El Diablo 
  • VIX. La Torre 
  • XVII. La Estrella 
  • XVIII. La Luna 
  • XIX. El Sol 
  • XX. El Juicio 
  • XXI. El Mundo


Sin embargo, dos de estas Láminas fueron introducidas en el juego posteriormente. No son de la misma factura y no tienen ningún sentido jeroglífico; son el Emperador y la Emperatriz, que representan en cartomancia, al consultante o a la consultante. 

Retirándolas del juego, nos quedarán diecinueve láminas mayores. En cuanto a la última carta, el Loco, está excluida del orden de los números y, por consiguiente, de la creación. Es el comodín del juego de cartas usual. Se interpreta como el hombre perdido en este mundo, y que no tomará parte en el mundo por venir.

La sencillez de estos dibujos no es más que aparente. Un examen atento nos muestra una gran minuciosidad en el trazo, como si el autor, incluso en los mínimos detalles, hubiese querido transmitir un mensaje preciso; se encuentran extrañezas inexplicables a primera vista, errores de dibujo que parecen haber sido hechos adrede, pequeños detalles inesperados ejecutados cuidadosamente. En realidad, el autor ha mostrado ser un grabador [10] experto, sutil y talentoso.

He aquí algunos ejemplos:

  • Un Caballero sostiene una Copa; examinando atentamente el dibujo, nos damos cuenta que en realidad no la sostiene, sino que está como suspendida en el aire al lado de su mano tendida (el Caballero de Copas).
  • Las ruedas del Carro están, en realidad, opuestas, en vez de ser paralelas, de manera que el Carro no puede avanzar en el sentido en que es arrastrado (lámina VII).
  • ¿Por qué la lámina novena es llamada el Hermitaño? [11] ¿No debería ser el Ermitaño?
  • Algunos personajes sostienen una espada sin guarnición (Reina de Copas).
Dejamos a la atención del lector el poder hacer otros descubrimientos de este tipo. Pero daremos un poco más adelante una interpretación muy completa de una de estas Láminas, la Lámina XVI, en la cual veremos que ningún detalle era inútil.

Sin embargo, los Tarots son grabados coloreados, es decir, animados. En los Tarots de Marsella, los colores no han sido escogidos al azar, sino que se refieren todos a una realidad oculta.

Hay, en primer lugar, tres colores principales: el Azul, el Dorado y el Rojo. El Azul indica el Espíritu, el Oro el Cuerpo y el Rojo el sentido. Pero son equívocos; así, el Azul significará ya sea el cielo o lo que viene del cielo, ya sea el sheol, la ilusión, el sueño, el engaño, o también el volátil, el disolvente. Lo mismo ocurre con el precioso metal, el cual significará el cuerpo del oro noble o del oro vil, el metal muerto o vivo, el oro de los elegidos y el de los avaros. Lo mismo ocurre con el sentido.

La interpretación jeroglífica de cada una de las láminas dependerá, pues, de la situación de los colores en relación con el dibujo. Hay aquí todo un lenguaje, una verdadera gramática que hay que aprender poco a poco para poder leer y comprender.

La naturaleza del Oro, por ejemplo, será muy diferente según que el personaje lo lleve en la cabeza, como un casco, o que lo tenga en la mano bajo tal o cual forma, o que lo lleve sobre su vestido, etc... Estos tres colores siempre se vuelven a encontrar en cada una de las láminas y, con las particularidades del dibujo, forman el lenguaje que el autor ha utilizado. No podemos, en el marco de este estudio, extendernos sobre esta cuestión importante, pero volveremos a ello en otras circunstancias. especifiquemos, no obstante, que estos tres colores designan también las tres substancias que los Magos, llegados de Oriente, ofrecieron al Niño-Dios en su pesebre: el Oro puro para el cuerpo, el incienso para el espíritu y la Mirra para el sentido que une el espíritu con el cuerpo.

Los colores secundarios son el Blanco, signo de pureza, el Verde, para significar la naturaleza, y a veces el Negro. Tenemos, pues, los seis colores principales de la heráldica: gules, azur, oro, blanco o plata, sinople y sable. Finalmente, el color carne sirve para colorear a los diferentes personajes.

Ahora, a título de ejemplo, proponemos al lector una interpretación de la Lámina XVI, La Torre [12]
En primer lugar, he aquí la interpretación dada por Court de Gebelin en Le Monde Primitif. Es un buen resumen de la de los cartománticos:
«La Torre [en francés Maison-Dieu] o Castillo de Plutón: esta vez sí que tenemos aquí una lección contra la avaricia. Esta imagen representa una torre que es llamada Casa-Dios, es decir, la casa por excelencia; es una torre llena de oro, es el castillo de Plutón, cae en ruinas y sus adoradores caen aplastados bajo sus escombros.»
Esta lámina está considerada como temible cuando sale en el juego. Significa derrumbamiento, ruina y la gama más sombría de accidentes. Es, pues, una mala lámina.
No obstante, un examen atento desmentirá del todo esta interpretación. En efecto, ¿Acaso no cabe extrañarse de que esta torre tambaleante sea denominada Casa-Dios? Este término evocaría la idea de un tabernáculo más que la de una reserva de oro vulgar amenazada por la ruina. Consideremos atentamente el grabado.

Vemos, en realidad, una torre cuyo techo se levanta sin dificultad, como una tapadera.
Así pues, aquí no se trata de una torre fulminada. Es simplemente, el atanor u horno de los alquimistas en el momento en que se produce lo que se llama la primera conjunción, que es el "don de Dios". Lo que penetra en la torre es este nitro corruscante que se convertirá en el Mercurio de los Filósofos. El atanor ha sido a menudo descrito por los autores antiguos como una torre redonda de ladrillos cimentados. ¿Acaso no vemos, por las tres ventanas de esta torre, que se está llenando de este gran aire que es el azul celeste? Es la noble sangre azul, que se irá cuajando poco a poco en miel de caridad.

Es este mismo nitro corruscante, llamado también nitro de los montes, que fue manifestado al sabio Moisés [13] en la nube en medio de los rayos. Éxodo XIX, 16 y ss. Veamos, pues, aquí, con este gran don, el comienzo de la obra de la Cábala Química o misterio de la creación.

Los dos personajes, lejos de ser precipitados de lo alto de la torre, son, en realidad, dos locos bailando sobre la cabeza como niños alegres. Es la danza llamada de Salomé (ver figura siguiente) o Danza de David ante el Arca. También se podrá interpretar diciendo que andan cabeza abajo para leer mejor los signos inscritos en esta tierra filosófica o Santo Egipto.

Uno es el Maestro y el otro, el Discípulo. En efecto, el Maestro enseña mediante la Palabra y muestra con la mano; por esta razón el cuerpo del personaje de la derecha permanece escondido, excepto la cabeza y el brazo, que lo definen. El personaje de la izquierda es el Discípulo: el cuerpo rojo y arrugado del hombre de los sentidos empieza a resquebrajarse, como un caparazón agrietado, por efecto del empuje interior del hombre Celeste [14]. Se observará, en las rodillas, las calzas gastadas por la plegaria. La posición de las piernas es significativa: aquí, el pie levantado verticalmente indica una jerarquía entre el Espíritu y el Sentido; el pie levantado veja el estudio ya que, aquí, el Espíritu domina el Sentido. En lo que se refiere a la otra pierna, el pie azul y la pierna roja están a la misma altura: el Espíritu y el Sentido se equilibran mutuamente, van a la par.

Al pie de la torre, sobre un suelo seco, se ven dos pequeños charcos de agua: este agua debería estar en el interior, pero el dibujante no ha encontrado otro medio para indicar este vapor condensado en las paredes y que, poco a poco, fluye en forma de agua al fondo del vaso. Es la fuente de la que beberá el sabio Discípulo de la Filosofía.

Veamos, finalmente, el "mercurio vulgar" en estos pequeños círculos azules, blancos y rojos, cayendo poco a poco en el suelo; el azul indica su naturaleza celeste; el blanco, su pureza cuando no está mezclado con los mixtos; el rojo nos recuerda la naturaleza, en algún modo mágica, de este aire sensible que anima nuestro mundo.

Muchos ocultistas, desde Etteilla [15], han creído tener que volver a dibujar los Tarots, alardeando de hacerlo mejor que el antiguo imaginero, pero sin haber jamás poseído, es evidente, ni su saber ni su intención. Consideremos la misma Lámina XVI redibujada por Oswald Wirth, un estimable erudito del siglo pasado. El dibujo es agradable pero, ¿Qué queda en todo esto del sentido de la Lámina? Los dos personajes que reciben cada uno un ladrillo en la cabeza nos hace pensar en las desventuras del célebre Capitán Haddock, antes que en la Gran Obra.

Proponemos, en el siguiente estudio, un comentario de la lámina no numerada, El Loco, que expresa la desdichada condición del hombre perdido aquí abajo. Pero, explicar los jeroglíficos de todas las Láminas no sería conforme a las intenciones del Autor. Ha querido, en efecto, que este libro permanezca sellado, que el sentido de estas sabias figuras no fuera divulgado.

No obstante, esperamos que se nos perdone esta publicación si es juzgada indiscreta. Hemos querido rendir un homenaje filial al recuerdo olvidado del Sabio Imaginero cuyos jeroglíficos encantan nuestro estudio. Asimismo, deseamos atraer la intención del lector curioso sobre un libro de entre los más sabios y más divulgados y, sin embargo, de los más ignorados. Así es en este mundo: la Sabiduría está clamando en los lugares públicos, algunos intentan imitarla, pero nadie la escucha.

POST-SCRIPTUM: LA DANZA DE SALOMÉ

Salomé significa "reposo del Señor".
La figura siguiente reproduce el tímpano del portal izquierdo, llamado Portal de San Juan, de la Catedral de Rouen. En el nivel superior del tímpano, vemos el amortajamiento del santo Precursor. En el nivel inferior, el festín de Herodes, la Danza de Salomé, la decapitación de San Juan y la entrega hecha por Salomé a Herodías, de la cabeza cortada (Mateo XIV, 1 a 12).

Salomé [16] también ella, baila sobre la cabeza. Se ve, un poco más arriba de sus rodillas, el huevo filosofal sobre un soporte de piedra. El parentesco de inspiración del escultor y del imaginero parece evidente. La decapitación de Juan Bautista ha sido a menudo comentada por los Padres, quienes la evocaron en su polémica contra los judíos de la época. Leemos en Orígenes (siglo II): 
"Mira este pueblo en el que alimentos puros e impuros son examinados, mientras desprecia la profecía presentada en bandeja a modo de alimento". 
[17] La cabeza de Juan Bautista representaría, pues, el principio de la profecía, del que se privaron los judíos por la decapitación del Santo. Orígenes añade, en efecto:
«Decapitan la Palabra Profética, tras haberla encerrado en una prisión, no conservando más que una palabra cadáver, mutilada, que ya no tiene ninguna parte sana, ya que no la entienden».
[18] Reflexión todavía de actualidad, aplicable a mucha gente... Se puede poner en relación este pasaje con la decapitación de Polidoro en la Eneida, que hemos evocado en Le Fil d'Ariane, Nº 7: Polydorum obruncat... etc... [19]

También David bailaba ante el Arca del Señor: II Samuel VI. Su esposa Mical le vio bailar y le despreció en su corazón. Le dijo: "¡Cómo ha sido honrado hoy el rey de Israel, él, quien se ha desnudado ante sus sirvientas y servidores como un hombre de nada!" Bailando, él también, sobre la cabeza ante el Arca, había, pues, desnudado su fundamento... Es en el mismo sentido que el autor de El Mensaje Reencontrado escribió: 
"Heme aquí barrido, andando sobre la cabeza... con gran escándalo para los bien pensantes". [20]

Imagen: Holly Sierra
Diagramación & DG: Andrés Gustavo Fernández



[1] Corpus Hermeticum, vol. IV, p. 2. La virgen del mundo, tr. XXIII, Trad. Fsetugière, Les Belles Lettres, París, 1954.
[2] Ed. B. P. Grimaud.
[3] Sin tener la pretensión de querer crear lenguaje, podríamos traducir esta palabra francesa, cuyo equivalente literal no existe en castellano, por "tarotado". Notemos que en catalán existen palabras que, si bien no se refieren directamente a ello en cuanto al significado, tienen un parentesco etimológico con el Tarot: "destarotat" significa "desconcertado". Otra palabra, menos usual, es la empleada para decir un "sombrero viejo": "tarot".
[4] Diccionario Littré.
[5] Según la excelente explicación de D. Gabriele Mandel: Les Tarots des Visconti, Ed. Vilo, París, 1975.
[6] Ver Tarots de los Visconti: Le Bagatin (Su Majestad Carnaval), Le Bateleur.
[7] En realidad LXXVI, como veremos.
[8] A. Court de Gebelin: Le monde primitif analysé et comparé avec le monde moderne considéré dans divers objets concernant l'historie, le blason, les monnaies, les jeux... (París, 1781). Esta obra, aún ahora y respecto a muchas cosas, merecería ser consultada.
[9] Observemos que el juego de cartas español aún posee estos cuatro triunfos, entre ellos el Caballero. Así pues, algunos historiadores del Tarot han visto su origen en España y, quizá, como siendo una herencia de la ocupación musulmana. Tal vez no sea por casualidad que en español las cartas se llaman "naipes", una palabra que parece provenir del árabe "nabi": profeta. (Paul Boiteau: Les cartes à jouer et la cartomancie, Hachette, París, 1851).
[10] El Tarot de Marsella está grabado sobre madera. Existen dos series de matrices. Una pertenecería actualmente a un coleccionista americano, la otra es la utilizada por el editor Grimaud.
[11] La denominación francesa de la Lámina IX es: "L'Hermite, normalmente, para respetar la ortografía de la palabra, tendría que ser `L'Ermite´» (N. del T.)
[12] La denominación de esta carta en las ediciones francesas del Tarot es "La Maison-Dieu", o sea "La Casa-Dios". (N. del T.)
[13] Apareció varias veces en la revelación bíblica, por ejemplo: I Reyes XIX, 11-13; Ezequiel I-4; etc.
[14] Esaú, el hombre terrestre, es llamado Edom, recordando el color rojo, mientras que Jacob, su hermano gemelo que nació después de él, es llamado el hombre azul (en hebreo Tekheleth).
[15] Etteilla: su verdadero nombre Alliette, contemporáneo de Court de Gebelin y lector entusiasta de éste. Era el más erudito de los peluqueros. Había hecho pintar versos griegos sobre su puerta. Pero su erudición era debida en gran parte a su imaginación. He aquí las primeras líneas de su libro sobre los Tarots: "Es con razón que nos extrañamos de que el tiempo, que lo destruye todo, y la ignorancia que lo cambia todo, hayan dejado pasar a la posteridad una obra compuesta en el año 1828 de la creación, 171 años después del Diluvio y, finalmente, escrito hace hoy 3.953 años. Este libro fue redactado por diecisiete Magos, incluyendo el segundo de los descendientes de Mercurio-Athotis; éste, nieto de Cam y biznieto de Noé, el cual tri-Mercurio o tercero con este nombre, ordenó el libro de Toth (El Tarot) según la ciencia y la sabiduría de sus antepasados..." Etteilla murió en 1791. Es el autor de Tarots redibujados y de numerosas obras dedicadas a la Alquimia, la Cartomancia, etc...
[16] Salomé, hija de Herodías, se casó con Aristóbulo, rey de Armenia; tuvo un hijo llamado Herodión. ¿Se hizo cristiana Salomé, así como su marido y su hijo? Un pasaje de la Epístola a los Romanos hace referencia a la casa de Aristóbulo, XVI-10: "Saludad a los de la casa de Aristóbulo, saludad a Herodión mi allegado".
Ver Anatole Estryn: L'incendie de Rome sous Néron. En Les cahiers du cercle Ernest Renan, enero-febrero 1979, fasc. 108: ¡Según el comentario de Orígenes y el sentido espiritual del evangelio, Salomé sería un modelo a seguir para los cristianos...! Asimismo, encontramos una Salomé discípula de Jesús en el Evangelio según Tomás. Pero nada nos garantiza su identidad.
[17] Orígenes, Commentaire sur l'Evangile selon St. Matthieu, X-22. Sources Chrétiennes, vol. 162, p. 251 (trad. M. Fischer).
[18] Id., X-22, p. 252.
[19] La traducción de este artículo se ha publicado en La Puerta, "Alquimia", p. 33.
[20] L. Cattiaux, El Mensaje Reencontrado, XXXVII-8'.